Cuerpo y espacio
El esquema espacio-temporal que el individuo tiene del mundo circundante sería de hecho un doble del propio esquema corporal. Sería, a nivel práctico, una antropomorfización del mundo, una especie de universalización del propio cuerpo, para el que los esquemas corporal y espacial se forma al mismo tiempo. Tal proceso explica el motivo por el que, durante ciertas fases del desarrollo, el niño dibuja a menudo imágenes que son casas con forma humana o seres humanos en forma de casa. Se produce un proceso simultaneo de interiorización recíproca del esquema espacio-temporal y del esquema corporal. El niño vive el espacio, hasta los tres años, esencialmente de forma afectiva. Durante este tiempo se orienta en función de sus propias necesidades. Este espacio es un espacio privado de formas y dimensiones, pero caracterizado por las relaciones de cercanía y alejamiento, de origen y de continuidad. Después de los tres años se constituye un espacio homogéneo. Entre el Yo del niño y el otro se percibe un terreno neutro y objetivo, se pasa por lo que se ha definido como “vertiginosa proximidad del otro” a lo que se ha llamado “distancia vivida”.
La presencia de un espacio de este tipo permite la representación mental de la recta, que es fundamental para llegar a la noción de eje. Los ejes están referidos al cuerpo del niño. El eje vertical surge del troco y las piernas; el horizontal de los brazos extendidos hacia fuera. La orientación del cuerpo se completa después de los seis años, que es cuando el niño toma conciencia de la diferencia entre derecha e izquierda. A este punto el niño tiene claros los conceptos de delante y detrás, arriba y abajo, derecha e izquierda del propio cuerpo y es entonces que puede proyectar esta orientación al espacio que lo rodea. Partiendo de su propio cuerpo, ahora el niño se moverá en un espacio orientado. Finalmente, hacia los 7-8 años, se pasa de un estado de orientación en el espacio a al de estructuración espacio-temporal. A nivel práctico, el niño, que hasta ese momento se refería al espacio siempre según un esquema representado por el propio cuerpo, se libera ahora de este vínculo pudiendo escoger entre otros esquemas de referencia. Entonces, las nociones de derecha e izquierda, que hasta aquel momento eran propiedad de su cuerpo pueden transferirse a otras personas, y por ello deja de estar presente el carácter especular en la imitación.